Jorge Eliecer Portilla, un hombre que
pasó de estar postrado en una cama, a ser un escultor en cerámica, vive feliz y
su discapacidad no es un obstáculo para salir adelante. Una visita sorpresa
despertó en él la ilusión de hacer algo por su vida.
¿Arcilla?, fue la pregunta que se hizo
Jorge Eliecer, un hombre de tez trigueña y contextura delgada, cuando a la
puerta de su casa arribó un grupo de jóvenes con el propósito de que él les
diseñara en barro el rostro, las manos y los pies de un anciano. Desde su
habitación que era para él desde hace unos años su refugio y confidente de
tristezas y amarguras, recordó la petición que días antes había hecho a su
dios, y aun sin haber trabajado con arcilla y mucho menos conocerla, dio un sí
a aquellos jóvenes con una única condición, que ellos consiguieran la arcilla
para poder trabajar.
Jorge Eliecer en su cuarto, descubrió
que después de tanto tiempo de encierro y una profunda depresión, había logrado
interactuar con personas diferentes a su madre y sus hermanos, venciendo el
miedo que desde hace mucho le había
impedido salir de su casa. La pregunta
del porqué a mí, que por años lo acompaño y le recordaba la trágica madrugada de
aquel lunes de marzo, se convirtió en un porqué anhelante que lo llevó a
decirle si a esos jóvenes, a pesar de que nunca había hecho nada en arcilla
simplemente porque no la conocía.
El encuentro con los estudiantes llenó
a Eliecer de motivación y decidió recibir las visitas de amigos, vecinos y
familiares que siempre había rechazado y
reemplazo el arma que tenía bajo su almohada, por una imagen de la virgen que
ubicó en una de las paredes de su cuarto, pues la psicosis de que sus
victimarios llegarían en cualquier momento ya no existía. Sin embargo, el
cuarto era para él ese refugio al que solo su madre podía entrar sin ser
expulsada, por eso estableció que cada vez que lo visitaran fuera por un tiempo
muy corto, para que no lo vieran como él
dice “postrado en una cama”. Cama que hacía que él recordara constantemente
aquel 25 de marzo, inicio de semana cuando a las cinco y treinta de la mañana,
él se preparaba como cada lunes para partir rumbo a la mina que estaba ubicada
en una de las montañas al norte de su pueblo Bolívar, al sur del Cauca. “La
salida de casa era a las seis y partiríamos con mi madre para llevar los
víveres que servirían de alimento para toda la semana”. El camino estaba un
poco oscuro y el silencio de la mañana era interrumpido por el cantar de los
pájaros. Después de un largo recorrido Eliecer al ver a un grupo de personas
que caminan a su encuentro, le pide a su madre que pase a la parte de atrás para
él guiar el camino. “Los hombres tenían botas pantaneras, ruana y sombrero, se
acercaron un poco mas y uno de ellos sacó de debajo de su ruana un arma”. Propiciaron
siete disparos, todos en el cuerpo de Eliecer que cayó al suelo mientras su
madre corría hacia él, suplicando ayuda para su hijo, su joven hijo de
diecisiete años. Los victimarios se alejaron quedando madre e hijo solos en
medio de los árboles y la lejanía de la montaña.
La arcilla llegó una semana después de
la visita de los estudiantes y Eliecer sentado en su cama gracias a las
terapias hechas por su familia, comenzó a moldear el pedido de los jóvenes. El
rostro quedó perfecto al igual que las manos y los pies, pero estos últimos le
habían dado un poco mas de trabajo por la complejidad de sus diseños. Su
familia sorprendida con la actitud de Eliecer y con lo que había hecho con sus
manos frágiles y con poca sensibilidad, lo apoyaron consiguiendo arcilla que
traían de veredas y pueblos vecinos, siendo así como este hombre comenzó a
practicar el diseño del cuerpo de las figuras que lo ayudaron a dispersarse
y aceptar su nuevo estilo de vida.
Su estado de ánimo cambió, la
motivación lo llevo a pulir su talento y decidió terminar su bachillerato por
medio de las clases radiales que ofrecía la
Radio Difusora Nacional de Colombia, recibiendo su grado de bachiller en
el año de 1991. En el mismo año en el que comenzó a trabajar con cerámica
elaborando imágenes de un metro de altura como pasos para semana santa y de
igual forma figuras del tamaño de una mano como campesinas caucanas, alcanzando
un reconocimiento a nivel nacional gracias al apoyo que recibió por parte de
Artesanías de Colombia, que al conocer su trabajo lo apoyó con materiales para
luego ser presentados en los eventos que
la organización realiza.
Eliecer logró dejar la cama en la que
permaneció por más de siete años y derrotó los miedos y la depresión que
consumieron su vida. Vive agradecido con Dios por cambiar los pronósticos
médicos que lo declaraban con parálisis total. Para él todo en su vida ha sido
un milagro. Vencer la enfermedad y descubrir su talento para hacer artesanías
en arcilla sin nunca antes haberla manipulado.
Después de las manos, pies y rostro
del anciano, que fueron las alas que ayudaron a Eliecer a emprender su vuelo en
el arte, él se ha convertido en un
ejemplo de superación y valentía, derrotando el monstruo de la violencia que
una vez siendo el joven, hirió sus sueños, los debilitó y por un largo tiempo
los frustro pero nunca los rompió. Actualmente trabaja desde su silla que ha
sido acondicionada para que su trabajo sea mas cómodo y desde allí elabora las
artesanías que han logrado posicionarse dentro de las mejores de Colombia,
siendo Eliecer ese hombre que le dijo no a la muerte y venció su limitación con
el arte.